La sorpresa fue en Épila.Allí, ganándole la mano, el enemigo le salió al encuentro y el 23 de junio le derrotó. Palafox tuvo muchísimas bajas, y este desastre le convenció que no era en campo abierto en donde había que combatir a los franceses, retirándose a Zaragoza pensando en que en la ciudad sería más provechosa su ayuda.
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