Rompe el Alma el ir despidiéndose de parte del legado que nos a ido dejando la Historia de Épila ,en este caso es por el "nuevo" hundimiento que se a producido en la Casona de Mareca que a mi entender ya deja claro el yugo que ya de antes sabido por la dejadez....en fin....habrá que decirle Adiós...? Enlace1 Enlace2 Enlace3 Enlace4 Como llegar a la Torre
La Casa de Mareca, ocupada por los padres de la Compañía de Jesús hasta su expulsión, alberga los restos de Luis Ximénez de Urrea, IV Conde de Aranda y vestigios de un cubil defensivo musulmán, en ruinas en la actualidad y de propiedad privada.
Hundimiento de la la pared Este de Mareca
fotografía realizada 14-12-2020
Muro Norte donde se observa que solo queda en pie los contrafuertes,
fotografía tomada 14-12-2020
En el presbiterio hay dos lienzos de interés, una Resurrección y una Epifanía, de tradición manierista y de la época fundacional. Lugar de retiro del Conde de Aranda, perteneció a los señores de Mareca, de origen árabe
Techo de la Capilla, fotografías del 14-12-2020
Fachada Norte 29/01/72020 |
Fachada Norte, 15 de Agosto de 2019 |
Fachada ➤Este del caserón de Mareca, 17 de Agosto 2019 |
Vistas desde las terrazas del Caserón, mirando hacia los Pueblos de Rueda de Jalón y Épila y al fondo la Muela. |
Se cree por la base documental y arquitectónica que la Torre de Mareca fue construida entre finales del siglo IX al X |
Fachada Norte 10 de Octubre 2018 |
También se dice que era una casa de labor agrícola independiente….
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En el torreón había una entrada que solía estar entre 3 y 7 metros por encima del suelo que se accedía mediante una escalera |
Su forma de construcción era de Sillería a Soga y Tizón
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La Torre estaba rodeada por muralla de Sillares de peor calidad que la de la torre y se divaga si estos restos de sillares pudieran formar parte de la antigua muralla de Mareca.
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De planta rectangular muy robusta aproximadamente de 6 x 11m |
Todo era construido por Personal muy especializado y siguiendo un patrón muy estandarizado |
Fachada del muro Islámico, donde se apreciar bien los Sillares. |
Vistas donde al fondo se aprecia la Villa de Épila |
Entrada al Caserón |
LA IGLESIA Y CONVENTO ERAN EN NOMBRE DE SAN JOSÉ, Por el mobiliario de la Iglesia se llegó a pagar 50.000 duros de 1957 |
Sus funciones eran tanto civiles como militares….pero todo apunta a que su actividad principal fuera tributaria
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Ubicación del reloj de Sol y el lugar donde estaba el escudo |
Escudo del X Conde de Aranda que se ubicaba encima de del arco de medio punto de la puerta de entrada, que este mismo se guarda en el palacio del Conde Aranda en Épila.
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La leyenda dice que partes de las Murallas de Épila tenían hasta 2 metros de grosor y parte de esas sillares puede que también formasen parte de las jardineras de los más adinerados de la época.
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1819-1825 Almonacid de la Sierra sobre traslado de la pila bautismal de Mareca a la iglesia parroquial de dicho pueblo, y construcción de una cubierta nueva para aquélla |
Se dice que este Caserón es donde también empezaron a conocerse los Primeros Jardines Franceses en Aragón
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El empedrado está dividido en "calles" de c. 1 m de anchura,borde septentrional, perfectamente delimitado |
Escudo de los Urrea, bandado de seis piezas de azul y plata y como tenentes dos leones afrontados
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Dos estupendos Arcos Conopiales aunque de apariencia musulmana es sin embargo un arco muy utilizado en la arquitectura de los siglos XIV y XV, en la arquitectura gótico tardío, también denominada gótico flamígero, “Por su falta de simetria los expertos aseguran de que fueron traidos de otro lugar o la pared inicialmente no estaba en ese lugar emplazada”
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En la CLAVE central hay un reloj de sol esta misma sirve para dar fuerza a las DOVELAS y así el ARCO DE MEDIO PUNTO no se cae. |
Los Jesuitas estuvieron en el caserón de Mareca desde 1601-1748 aproximadamente hasta su expulsión
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Emblema de la compañía de Jesús hasta que fueron expulsados por un decreto ley que benefició al Conde de Aranda en su compra… |
En Mareca se utilizó una fina capa de argamasa a base de Cal como aglomerante,su forma de construcción también es utilizada entre otros lugares en la Torre del Trovador de la Aljafería de Zaragoza
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Según cuenta José Luis Ona González; La Iglesia de Mareca, Sencilla portada en piedra de las canteras de Montolar, rematada por rafe y espadaña de ladrillo. Perfecta sillería. Buen trabajo de cantería del s. XVII.
Dibujo con el emblema de los Jesuitas en la que `podría ser la sala capitular |
Libro sobre Mareca escrito en 1617 y constan 104 páginas |
Comenta José Luis Ona González; La "luna" o patio. Columnas italianizantes y carpintería de tradición gótica. Siglo XVI
se vislumbra todo el valle del Jalón a su paso por la localidad y en el horizonte asoma la serranía de Rodanas, El Moncayo y más próximas el barrio de la Azucarera y el paraje de Mareca y las tierras de los Condes de la Viñaza
Recientes estudios de la Universidad de Zaragoza, realizados por Álvaro Cantos Carnicer y Héctor Giménez Ferreruela demuestran la existencia de ese origen islámico de vigía o torre defensiva en Mareca. EnlacedeInteres
Nos cuenta Nuestro Amigo Manuel Ballarin Aured:El origen de Mareca pudo ser más antiguo (una villa romana, probablemente), dado que, en los setenta, encontramos cerámica romana.
Cuenta José Luis Ona González:
Estado actual de la capilla (tuvo título de parroquia), tras su abandono y expolio. Su aspecto actual -blanqueado, zócalo de garbancillo y suelo de terrazo- es producto de la última reforma, acometida en la década de 1960 tras el Concilio Vaticano II. La mesa de altar, en piedra negra de Calatorao, colocada para la liturgia moderna, de cara a los fieles, lo confirma.
De una sola nave, con tres tramos cubiertos con bóveda de lunetos, se corresponde a la reforma del siglo XVII. El deterioro de la cubierta exterior ha ocasionado descarga directa de aguas pluviales, afectando visiblemente la coronación de las bóvedas.
Urge resolver este problema que podría ocasionar el derrumbe de la techumbre de este espacio, uno de los de mayor carga simbólica del conjunto, por la presencia en un lateral del presbiterio de la tumba de Luis Ximénez de Urrea, conde de Aranda.
Estado actual de la capilla (tuvo título de parroquia), tras su abandono y expolio. Su aspecto actual -blanqueado, zócalo de garbancillo y suelo de terrazo- es producto de la última reforma, acometida en la década de 1960 tras el Concilio Vaticano II. La mesa de altar, en piedra negra de Calatorao, colocada para la liturgia moderna, de cara a los fieles, lo confirma.
De una sola nave, con tres tramos cubiertos con bóveda de lunetos, se corresponde a la reforma del siglo XVII. El deterioro de la cubierta exterior ha ocasionado descarga directa de aguas pluviales, afectando visiblemente la coronación de las bóvedas.
Urge resolver este problema que podría ocasionar el derrumbe de la techumbre de este espacio, uno de los de mayor carga simbólica del conjunto, por la presencia en un lateral del presbiterio de la tumba de Luis Ximénez de Urrea, conde de Aranda.
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Nuestro Amigo José Luis Hernández nos hace saber de la existencia del reportaje de la revista La Magia de Viajar por Aragón en su numero 124 (año 2021),encontramos este maravilloso reportaje sobre el Caserón de Mareca
Según nos cuenta Hector Arcusa Magallon; Giménez [o Ximénez] de Urrea, Luis. Conde de Aranda (IV). ?, 1562 – Coca (Segovia), 3.VIII.1592.
Diputado del reino de Aragón en 1589 y miembro del Consejo de Guerra creado en Aragón en 1591. El IV conde de Aranda nació del matrimonio de Juan Ximénez de Urrea (muerto el 30 de septiembre de 1586), III titular del condado, e Isabel de Aragón (fallecida en 1562), hija del II duque de Segorbe, que murió a los cinco meses de haberle dado a luz. Según Juan Lorenzo Merenzi, la muerte de su madre fue su primer y mayor padecimiento, pues, aun siendo el que menos sintió, dada su corta edad, “de aquel se orijinaron todos, tomando Dios por ynstrumento para labrar la piedra de su paziençia este y otros que se causaron del”. Con tales palabras, el cronista quiso reflejar su suerte desde que su padre contrajo segundas nupcias con Juana Enríquez (1552-1599), hija del almirante de Castilla, cuyo interés en dotar de fortuna a los vástagos nacidos de su matrimonio enturbió la relación entre el conde y su primogénito. Así, cuando en 1581 aquél formó un nuevo mayorazgo con las rentas y réditos de su estado, su heredero reclamó ante los tribunales.
Parece que su madrastra animó al joven a entrar en religión, aprovechando que éste frecuentaba el trato de los agustinos del convento de San Sebastián de Épila. Sin embargo, no lo hizo y las tensiones familiares se acentuaron hasta tal punto que el conde intentó declararle ilegítimo. En 1582 pareció alcanzarse una solución cuando padre e hijo firmaron un pacto que instituía a éste como heredero universal a condición de asegurar una renta para la condesa. Sin embargo, cuatro años más tarde, el conde añadió un codicilo a su testamento que dejaba todos sus bienes a su esposa en caso de que su hijo “no quitare toda raíz de desobediencia y no pasare por los actos que tiene otorgados, loados y aprobados”, lo que indica que el acuerdo no fue definitivo.
Muerto el conde, el asunto acabó ante la Audiencia, que sentenció a favor de Juana Enríquez, tras lo cual su hijastro recurrió al justicia de Aragón. El caso todavía se hallaba pendiente de resolución cuando llegó a Zaragoza el marqués de Almenara, que amparó a la condesa, lo que le enemistó con el joven conde. A ello coadyuvaron otras circunstancias, incluido, según Merenzi, un matrimonio frustrado entre éste y una hermana del tercer conde de Chinchón, primo del marqués. En su lugar, en 1587 Aranda casó con Blanca Manrique y Aragón, hija del cuarto marqués de Aguilar, con quien tuvo tres niños que fallecieron pronto y dos que le sobrevivieron: Antonio (5 de enero de 1591-1654), que fue el quinto conde, e Isabel. Además, por la misma época estrechó su relación con los Villahermosa, y en particular con el quinto duque, que le valió durante sus pleitos.
El conde de Aranda fue diputado por el brazo nobiliar en 1589, y durante su mandato se le confió una embajada para informar a la Corte de los excesos de Zaragoza al aplicar el Privilegio de Veinte, misión que fue mal acogida por Felipe II. Como apuntó Gregorio Marañón, su regreso en abril de 1590 coincide con la fuga de Madrid de Antonio Pérez, con quien mantenía buena relación, por lo que todo indica que le ayudó en este trance. De hecho, en Aragón fue uno de sus principales valedores y, aunque durante la rebelión de 1591 hizo reiteradas protestas de fidelidad a la Monarquía, siempre mostró su compromiso con el movimiento de oposición política.
Así, en noviembre de 1591 aceptó formar parte del Consejo de Guerra que debía preparar la resistencia a las tropas del Rey. Una vez disuelto el contingente armado reunido a tal efecto, en su villa de Épila se congregaron muchos de los implicados; si bien, apenas se tienen noticias de los propósitos de esta llamada Junta de Épila. Tampoco está de más indicar que las últimas investigaciones sobre la extracción social de los protagonistas de este grave conflicto confirman que buen número de ellos tenían lazos de parentesco o de clientelazgo con el conde de Aranda, como su tío Luis de Urrea, su hermano Juan de Urrea y su primo hermano el justicia Juan de Lanuza, Menor.
El 19 de diciembre de 1591, Luis Ximénez de Urrea fue prendido en Zaragoza por orden de Felipe II, junto con el duque de Villahermosa y Juan de Lanuza. Éste fue ejecutado al día siguiente, sin mediar proceso, y ambos nobles fueron trasladados a sendas fortalezas en Castilla. En concreto, el conde quedó recluido en el castillo de La Mota, en Medina del Campo, de donde fue sacado cuando Felipe II llegó a dicha localidad el 18 de junio de 1592, de camino hacia las Cortes de Tarazona. Entonces fue llevado al castillo de Coca, donde a fines del mes siguiente contrajo el tifus, mal del que falleció tras nueve días de enfermedad. Enterrado en el monasterio de San Pablo de la misma población, sus restos permanecieron allí hasta 1602, año en que se llevaron al convento de San Sebastián de Épila, y finalmente se depositaron en un sepulcro que su hijo dispuso en su casa de Mareca, cerca de Épila, donde se hallan en la actualidad.
En cuanto a su proceso, que comenzó a instruirse en Coca, se sustanció tres años después de su muerte, el 23 de diciembre de 1595, con una condena por crimen de lesa majestad que llevaba aparejada la confiscación de sus bienes. Su viuda, que entretanto había contraído matrimonio con el VIII marqués de Astorga, pleiteó con el fisco para rehabilitar su memoria y recuperar para su hijo el disfrute del patrimonio familiar, objetivos que alcanzó, respectivamente, el 24 de diciembre de 1599 y en marzo de 1600.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Estado, l. 37, fol. 86; Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Híjar, sala I, leg. 83/9; sala I, leg. 227/1; Real Academia de la Historia, ms. 9/1862, fols. 600r.-v.; ms. 9/1890, fols. 107v.- 109v.; ms. 9/1891, fols. 5-42; ms. 9/1895, fols. 60-80v. y 291- 315.
J. L. Merenzi y Aldaya, Genealogia de los Ximenez de Urrea, s. f. (Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Híjar, sala IV, leg. 38-1); E. Cock, Jornada de Tarazona hecha por Felipe II en 1592 pasando por Segovia, Valladolid, Palencia, Burgos, Logroño, Pamplona y Tudela, Madrid, Imprenta y Fundición de M. Tello, 1879, pág. 17 [hay reed. en J. García Mercadal (comp.), Viajes de extranjeros por España y Portugal, t. I, Madrid, Aguilar, 1952, págs. 1412-1447]; G. Marañón, Antonio Pérez (El hombre, el drama, la época), t. I, Madrid, Espasa Calpe, 1948 (2.ª ed.), pág. 475 [reed. en vol. I, Madrid, Espasa Calpe, 1998]; J. Á. Sesma y J. A. Armillas, La Diputación de Aragón. El gobierno aragonés, del Reino a la Comunidad Autónoma, Zaragoza, Oroel, 1991, pág. 211; M. Barrueco Salvador, Los condes de Aranda y el convento de San Sebastián de Épila (1493-1591), Madrid, Revista Agustiniana, 1995; J. Gascón Pérez, La rebelión aragonesa de 1591, vol. II, tesis doctoral, Universidad de Zaragoza, 2000, págs. 1107-1175 [ed. electrónica, Zaragoza, Universidad, 2001].
Jesús Gascón Pérez
Diputado del reino de Aragón en 1589 y miembro del Consejo de Guerra creado en Aragón en 1591. El IV conde de Aranda nació del matrimonio de Juan Ximénez de Urrea (muerto el 30 de septiembre de 1586), III titular del condado, e Isabel de Aragón (fallecida en 1562), hija del II duque de Segorbe, que murió a los cinco meses de haberle dado a luz. Según Juan Lorenzo Merenzi, la muerte de su madre fue su primer y mayor padecimiento, pues, aun siendo el que menos sintió, dada su corta edad, “de aquel se orijinaron todos, tomando Dios por ynstrumento para labrar la piedra de su paziençia este y otros que se causaron del”. Con tales palabras, el cronista quiso reflejar su suerte desde que su padre contrajo segundas nupcias con Juana Enríquez (1552-1599), hija del almirante de Castilla, cuyo interés en dotar de fortuna a los vástagos nacidos de su matrimonio enturbió la relación entre el conde y su primogénito. Así, cuando en 1581 aquél formó un nuevo mayorazgo con las rentas y réditos de su estado, su heredero reclamó ante los tribunales.
Parece que su madrastra animó al joven a entrar en religión, aprovechando que éste frecuentaba el trato de los agustinos del convento de San Sebastián de Épila. Sin embargo, no lo hizo y las tensiones familiares se acentuaron hasta tal punto que el conde intentó declararle ilegítimo. En 1582 pareció alcanzarse una solución cuando padre e hijo firmaron un pacto que instituía a éste como heredero universal a condición de asegurar una renta para la condesa. Sin embargo, cuatro años más tarde, el conde añadió un codicilo a su testamento que dejaba todos sus bienes a su esposa en caso de que su hijo “no quitare toda raíz de desobediencia y no pasare por los actos que tiene otorgados, loados y aprobados”, lo que indica que el acuerdo no fue definitivo.
Muerto el conde, el asunto acabó ante la Audiencia, que sentenció a favor de Juana Enríquez, tras lo cual su hijastro recurrió al justicia de Aragón. El caso todavía se hallaba pendiente de resolución cuando llegó a Zaragoza el marqués de Almenara, que amparó a la condesa, lo que le enemistó con el joven conde. A ello coadyuvaron otras circunstancias, incluido, según Merenzi, un matrimonio frustrado entre éste y una hermana del tercer conde de Chinchón, primo del marqués. En su lugar, en 1587 Aranda casó con Blanca Manrique y Aragón, hija del cuarto marqués de Aguilar, con quien tuvo tres niños que fallecieron pronto y dos que le sobrevivieron: Antonio (5 de enero de 1591-1654), que fue el quinto conde, e Isabel. Además, por la misma época estrechó su relación con los Villahermosa, y en particular con el quinto duque, que le valió durante sus pleitos.
El conde de Aranda fue diputado por el brazo nobiliar en 1589, y durante su mandato se le confió una embajada para informar a la Corte de los excesos de Zaragoza al aplicar el Privilegio de Veinte, misión que fue mal acogida por Felipe II. Como apuntó Gregorio Marañón, su regreso en abril de 1590 coincide con la fuga de Madrid de Antonio Pérez, con quien mantenía buena relación, por lo que todo indica que le ayudó en este trance. De hecho, en Aragón fue uno de sus principales valedores y, aunque durante la rebelión de 1591 hizo reiteradas protestas de fidelidad a la Monarquía, siempre mostró su compromiso con el movimiento de oposición política.
Así, en noviembre de 1591 aceptó formar parte del Consejo de Guerra que debía preparar la resistencia a las tropas del Rey. Una vez disuelto el contingente armado reunido a tal efecto, en su villa de Épila se congregaron muchos de los implicados; si bien, apenas se tienen noticias de los propósitos de esta llamada Junta de Épila. Tampoco está de más indicar que las últimas investigaciones sobre la extracción social de los protagonistas de este grave conflicto confirman que buen número de ellos tenían lazos de parentesco o de clientelazgo con el conde de Aranda, como su tío Luis de Urrea, su hermano Juan de Urrea y su primo hermano el justicia Juan de Lanuza, Menor.
El 19 de diciembre de 1591, Luis Ximénez de Urrea fue prendido en Zaragoza por orden de Felipe II, junto con el duque de Villahermosa y Juan de Lanuza. Éste fue ejecutado al día siguiente, sin mediar proceso, y ambos nobles fueron trasladados a sendas fortalezas en Castilla. En concreto, el conde quedó recluido en el castillo de La Mota, en Medina del Campo, de donde fue sacado cuando Felipe II llegó a dicha localidad el 18 de junio de 1592, de camino hacia las Cortes de Tarazona. Entonces fue llevado al castillo de Coca, donde a fines del mes siguiente contrajo el tifus, mal del que falleció tras nueve días de enfermedad. Enterrado en el monasterio de San Pablo de la misma población, sus restos permanecieron allí hasta 1602, año en que se llevaron al convento de San Sebastián de Épila, y finalmente se depositaron en un sepulcro que su hijo dispuso en su casa de Mareca, cerca de Épila, donde se hallan en la actualidad.
En cuanto a su proceso, que comenzó a instruirse en Coca, se sustanció tres años después de su muerte, el 23 de diciembre de 1595, con una condena por crimen de lesa majestad que llevaba aparejada la confiscación de sus bienes. Su viuda, que entretanto había contraído matrimonio con el VIII marqués de Astorga, pleiteó con el fisco para rehabilitar su memoria y recuperar para su hijo el disfrute del patrimonio familiar, objetivos que alcanzó, respectivamente, el 24 de diciembre de 1599 y en marzo de 1600.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Estado, l. 37, fol. 86; Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Híjar, sala I, leg. 83/9; sala I, leg. 227/1; Real Academia de la Historia, ms. 9/1862, fols. 600r.-v.; ms. 9/1890, fols. 107v.- 109v.; ms. 9/1891, fols. 5-42; ms. 9/1895, fols. 60-80v. y 291- 315.
J. L. Merenzi y Aldaya, Genealogia de los Ximenez de Urrea, s. f. (Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Híjar, sala IV, leg. 38-1); E. Cock, Jornada de Tarazona hecha por Felipe II en 1592 pasando por Segovia, Valladolid, Palencia, Burgos, Logroño, Pamplona y Tudela, Madrid, Imprenta y Fundición de M. Tello, 1879, pág. 17 [hay reed. en J. García Mercadal (comp.), Viajes de extranjeros por España y Portugal, t. I, Madrid, Aguilar, 1952, págs. 1412-1447]; G. Marañón, Antonio Pérez (El hombre, el drama, la época), t. I, Madrid, Espasa Calpe, 1948 (2.ª ed.), pág. 475 [reed. en vol. I, Madrid, Espasa Calpe, 1998]; J. Á. Sesma y J. A. Armillas, La Diputación de Aragón. El gobierno aragonés, del Reino a la Comunidad Autónoma, Zaragoza, Oroel, 1991, pág. 211; M. Barrueco Salvador, Los condes de Aranda y el convento de San Sebastián de Épila (1493-1591), Madrid, Revista Agustiniana, 1995; J. Gascón Pérez, La rebelión aragonesa de 1591, vol. II, tesis doctoral, Universidad de Zaragoza, 2000, págs. 1107-1175 [ed. electrónica, Zaragoza, Universidad, 2001].
Jesús Gascón Pérez
Fotografías realizadas el día 06 de Septiembre 2023 con Dron.
http://apudepa.com/wp-content/uploads/2016/03/PERIODICO-14b.pdf
ResponderEliminarhttp://archivoducaldehijar-archivoabierto.com/documents/LaTorreIslamicadeMarecaZaragoza.pdf
Muy bueno. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti.
EliminarQue pena que no lo hayan entretenido!!!
ResponderEliminarTanta Historia, para dejarla derrumbar...
Gracias por hacernos disfrutar con las fotografías y comentarios.
Muchas gracias a Usted por valorarlo..¡¡
EliminarBuenas noches, soy estudiante universitario y voy a realizar un trabajo de clase (no saldrá en ningún lado) sobre el caserón de Mareca ¿Puedo citar si blog?
ResponderEliminarHola, buenas...Por supuesto que puedes citar este humilde Blogger, yo estaré encantado de que lo hagas, pero si necesitas mas documentación, el Ayuntamiento de Épila encargo al grupo Gen un estudio mucho mas ambicioso y creo que podrás solicitarlo al ayuntamiento de Épila..! Muchas gracias de nuevo.
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