Grullas sobrevolando Épila 08-Febrero 2020 |
Sabias que vuelan en forma de “V”. Al hacerlo con esta formación, el alcance de vuelo de la bandada aumenta en un 71% en relación a un pájaro solo volando. Cuando un ave sale de la formación, siente la resistencia del aire y la dificultad de volar solo, por lo retorna a la formación lo más pronto posible, para aprovechar el poder de elevación de los que están al frente.
Cuando el líder se cansa, se traslada al final de la formación mientras otra asume la delantera. Las aves que van detrás graznan (producen un sonido propio de ellos) para alentar a las que están delante para mantener la velocidad.
Cuando un pájaro está herido, se enferma o está cansado y debe salir de la formación, otros salen de la formación y lo acompañan para ayudarlo y protegerlo, permaneciendo con él hasta que sea capaz de volar nuevamente, alcanzar su bandada e integrarse en la formación.
Las grullas son monógamas y establecen lazos de pareja de por vida. Que romántico, ¿verdad? Cada año, a principios de la primavera, tiene lugar el cortejo nupcial, un espectáculo impresionante en el que se producen continuos saltos y danzas acompañados de saludos, reverencias e incluso patadas y otras acciones agresivas acompañadas por fuertes llamadas acústicas (el característico “trompeteo”), emitidas sobre todo la hembra.
Los dormideros suelen estar cerca de zonas de agua o humedales ya que las grullas duermen de pie con las patas en el agua. Esto se debe a que, en el caso de que se acercara algún enemigo, notarían el chapoteo y podrían salir huyendo si hiciese falta.
Con solo un día son capaces de nadar y en unas diez semanas de volar, las grullas suelen comer mucho. Les gustan sobre todo las bellotas, pero cuando no hay bellotas comen siembra: por eso, a los agricultores no les gustan. Se alimentan también de gusanos, escarabajos… y de ranas, sapos o peces en su país. Las grullas salen a buscar comida cuando amanece y vuelven a dormir cuando se pone el sol.
Por la posibilidad de encontrar abundante alimento en extensas zonas donde se combinan dehesas con cultivos de cereal y de regadío, unido a la existencia de numerosas zonas húmedas donde establecer sus dormideros y a las temperaturas moderadas del invierno extremeño (entre 5º y 20º C), Extremadura proporciona a estas aves un hábitat óptimo para pasar los meses invernales.
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