Nuestros Amigos y colaboradores en el Bloc nos cuentan que:
A partir de los membretes de sus facturas y de los anuncios insertos en las páginas dedicadas a Épila por la prensa zaragozana con motivo de las fiestas patronales, se conocen algunos detalles de estos establecimientos hosteleros durante la II República. Así, la fonda Nueva, de Manuel Ramos Martínez, situada en la plaza de Costa, n.º 2, anunciaba trato esmerado, excelentes habitaciones, automóviles a todos los trenes y viajes particulares; la pensión-café Novelty, de Benito Echeverría, en Ramón y Cajal, n.º 5, ofertaba el más exquisito café express servido por elegantes señoritas, servicio de restaurant y helados de todas las clases y licores de las mejores marcas; y la fonda de Soria, de Santiago Soria Filera, ubicada en Arrabal, n.º 13, se reclamaba como la más antigua y como dotada de higiénicas habitaciones, calefacción central en el comedor, servicio esmerado, coche a todos los trenes y viajes particulares. Además de esos tres establecimientos, en el barrio de San Juan se emplazaba la fonda de Leoncio Filera Roncal, y en la barriada de la Azucarera, la dependiente de la empresa azucarera.
En el barrichuelo estaba la Fonda Filera En el barrio de San Juan. Al menos, en los años treinta. Dé esa época es la copla, dicen que vas ha subir en aeroplano subirás en el de Soria bajarás en el de Ramos.
Gracias por colaborar. Manuel Ballarin Aured, Eloísa Langa Sanz y Amadeo Garcia P
También nos cuenta Manuel Ballarin Aured: La fonda de Soria, de Santiago Soria Filera, en Arrabal, n.º 13, se reclamaba en los años de la II República como “la más antigua” de Épila. Estaba dotada de “higiénicas habitaciones, calefacción central en el comedor, servicio esmerado, coche a todos los trenes y viajes particulares”. Pernoctar valía entonces 2 pesetas; la pensión completa, 9.Al parecer, había opiniones para todos los gustos. De mi próximo libro, extraigo lo que sigue: la Fonda de Soria, de Santiago Soria Filera, ubicada en Arrabal, nº 13, se reclamaba como la más antigua y como dotada de higiénicas habitaciones, calefacción central en el comedor, servicio esmerado, coche a todos los trenes y viajes particulares, aunque, a juzgar por los socarrones comentarios vertidos por el escritor Enrique Jardiel Poncela, que la visitó en agosto de 1927 con motivo de su participación en un delirante raid Madrid-Zaragoza en sexticiclo, el servicio de la posada era tan escasamente refinado como cara su comida. Decía Jardiel Poncela:
"Mas ¿quién se detendrá ante la falta de refinamientos si tiene hambre? Comemos como mendigos de Ávila y pedimos después el café y la cuenta. Nos sirven lo primero lo segundo. Y es de tal magnitud, quedamos los tres tan absortos de la cantidad que hay que abonar por lo consumido, que al servirnos el café nos olvidamos de echarle azúcar. Y he ahí cómo en Épila, la ciudad de las azucareras, tomamos café sin azúcar, el 16 de agosto, los tripulantes del «Espíritu Santo of Ventas».
La vitalidad comercial de Épila se dejó traslucir en la existencia de cinco fondas, surgidas, fundamentalmente, para acoger a una pléyade de tratantes, viajantes, hombres de negocios y otros clientes. A partir de los membretes de sus facturas y de los anuncios insertos en las páginas dedicadas a Épila por la prensa zaragozana con motivo de las fiestas patronales, se conocen algunos detalles de estos establecimientos hosteleros. Así, la Fonda Nueva, de Manuel Ramos Martínez, situada en la plaza de Costa, n.º 2, anunciaba trato esmerado, excelentes habitaciones, automóviles a todos los trenes y viajes particulares; la Pensión-Café Novelty, de Benito Echeverría, en Ramón y Cajal, n.º 5, ofertaba el más exquisito café express servido por elegantes señoritas, servicio de restaurant y helados de todas las clases y licores de las mejores marcas; y la Fonda de Soria, de Santiago Soria Filera, ubicada en Arrabal, n.º 13, se reclamaba como la más antigua y como dotada de higiénicas habitaciones, calefacción central en el comedor, servicio esmerado, coche a todos los trenes y viajes particulares, aunque, a juzgar por los socarrones comentarios vertidos por el escritor Enrique Jardiel Poncela, que la visitó en agosto de 1927 con motivo de su participación en un delirante raid Madrid-Zaragoza en sexticiclo, el servicio de la posada eran tan escasamente refinado como cara su comida: Mas ¿quién se detendrá ante la falta de refinamientos si tiene hambre? Comemos como mendigos de Ávila y pedimos después el café y la cuenta. Nos sirven lo primero lo segundo. Y es de tal magnitud, quedamos los tres tan absortos de la cantidad que hay que abonar por lo consumido, que al servirnos el café nos olvidamos de echarle azúcar. Y he ahí cómo en Épila, la ciudad de las azucareras, tomamos café sin azúcar, el 16 de agosto, los tripulantes del «Espíritu Santo of Ventas».Además de esos tres establecimientos, en el barrio de San Juan se emplazaba la fonda de Leoncio Filera Roncal, y en la barriada de la Azucarera, la dependiente de la Compañía de Industrias Agrícolas. (Véase Manuel Ballarín Aured, Un paso adelante, cien atrás. Épila, 1931-1939, Ed. Comuniter, Zaragoza, 2020)
Nos cuenta nuestro Amigo Luis Capmartin que: Fondas en Épila
ADRIAN CAPMARTIN BARBED
C/LAS AFUERAS O CABEZO BLANCO Nº 30
SE INSTALA EN 1904 Y HABLABA FRANCÉS (NACIÓ EN AVERON) ALEMÁN Y ESPAÑOL Y CUANDO ESTABAN MONTANDO LA FÁBRICA, HABÍA TÉCNICOS ALEMANES Y SE ALOJABAN ALLÍ. AL FALLECER EN 1926 CONTINUÓ SU VIUDA LUISA PAULINA FERNANDEZ (ALFARO)
PETRA GIMÉNEZ LORENTE
C/ LAS AFUERAS O CABEZO BLANCO, Nº 24
SE HOSPEDABAN: VIAJANTES, PERSONAL TÉCNICO DE LA AZUCARERA, FERROVIARIOS.
Nos cuenta Nuestro Vecino Robinson Crusoe Rodríguez Sáenz: La fonda Fidalgo es la que hemos conocido todos. Rafael Fidalgo y sus hijos llevaron la Fonda Fidalgo donde se comía y se daba habitaciones. Tenía un minibús La Rubia con que salía a la estación de la azucarera. Un hijo, Juanjo me lo encontré llevando un bar de comidas en Calamocha. Otra se llamaba Raquel que era cocinera. Y, creo, estuvieron hasta que vino la familia Urbano en los 90.
Nos cuenta Nuestra Amiga Ana Pardos Gilaberte: De la Fonda Soria, no llegue ni a verla y abuelo Francisco Gilaberte Soria , Mariguete,, se que iba con coche a la estación a buscar al que de fuera a alojar allí, y mi abuela, Ana María Casamayor Adiego, cupida, también debía trabajar en la fonda, en cuanto a caro o barato , ni idea, recuerdo con mucho cariño al tío Valentín y a las tías mariguetas, pero íbamos mas con mi abuela la cupida y el Paco
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